Dr. Miguel Ángel Rubio, Jefe de Sección de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Clínico San Carlos: «La presión social es muy importante para llamar la atención sobre el hígado graso»
El Dr. Miguel Ángel Rubio es vicepresidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y Jefe de Sección de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid. En nuestras Jornadas de Formación sociosanitarias del pasado mes de octubre, el Dr. Rubio impartió un taller formativo sobre prevención del hígado graso, y aprovechamos la ocasión para entrevistarle al respecto.
¿Cuáles son los grandes desafíos en la prevención del hígado graso?
El gran desafío es prevenir la obesidad y la diabetes, porque es la principal causa en nuestro país y en el mundo del desarrollo de hígado graso, y eso debe comportar, como es lógico, cambios en el estilo de vida desde la infancia.
¿Qué recomendaciones generales se pueden dar a personas con enfermedad hepática?
Cuando las personas ya tienen hígado graso o tienen una enfermedad hepática, pues, si hemos dicho que los principales factores de riesgo para su desarrollo son la obesidad y la diabetes, lo primero que se debe hacer es bajar peso, o mejor dicho, al margen de bajar peso, llevar una dieta de estilo mediterráneo, baja en grasas saturadas, en grasas trans, en azúcares, en procesados, y tomar lo de toda la vida: verduras, frutas, frutos secos, legumbres, carnes magras, aves, huevos… Y nuestro aceite de oliva, que es lo más importante.
¿Cómo cree que se debe abordar la obesidad sin estigmatizar al paciente?
Hablando siempre. La obesidad primero hay que reconocerla como una enfermedad, porque muchas personas piensan que es un proceso, que es algo transitorio… Hay que reconocerla como enfermedad, y por tanto eso requiere una atención crónica, que tendrá sus altibajos. La persona tiene que ser consciente de esa situación y de cuáles son las herramientas de que disponemos para ella, que afortunadamente hoy por hoy o dentro de muy poco ya serán muchas. No solo dieta y ejercicio, que comportan per se un sacrificio bastante manifiesto, sino que también van a poder contar con fármacos o cirugía en los casos de obesidades extremas y graves.
¿Qué deben hacer las administraciones para abordar esta creciente tendencia del hígado graso?
Las administraciones hacen más caso a la población y a las asociaciones de pacientes que a los propios profesionales, porque piensan que tenemos algún tipo de interés comercial. Por eso creo que la presión social es muy importante para llamar la atención sobre esta problemática.
Y luego, es importante que las casas comerciales hagan ensayos clínicos en situaciones como esta del hígado graso, y demuestren que sus tratamientos son efectivos. Sin estudios, sin ensayos clínicos, no tenemos la evidencia que nos pide la administración. La administración dice «vale, yo estoy de acuerdo, pero necesito evidencias». Y las evidencias son los estudios clínicos.
Y en ese sentido, ¿cuál cree que debería ser el papel de las asociaciones de pacientes?
Dar la lata. Tener una buena información, contar con las sociedades científicas para que las apoyen en todos los sentidos, que estén al tanto y al corriente, y establecer desde ahí acciones civiles que vayan encaminadas a hacer esos derechos visibles para toda la sociedad y así presionar a las administraciones. El mejor ejemplo en este caso es lo que se ha hecho con la hepatitis B y C, que ha cambiado el paradigma y la evolución de las personas que la tenían, que estaban abocadas a un fracaso hepático o a un trasplante.
¿Cuáles son los retos existentes en lo relativo a la nueva nomenclatura del hígado graso?
Al principio es un poco lío, sobre todo por las traducciones en inglés, pero al final hay que explicarlo con palabras sencillas: hígado graso, se puede añadir también la definición de metabólico…
Y luego también se debe explicar el siguiente paso en la evolución de esta enfermedad, que es cuando ya se inflama, la esteatohepatitis. Es importante explicar y diferenciar esos dos estados.