Dra. Marta Tejedor, Jefa de Sección de Hepatología del Hospital Infanta Elena: «Tanto el sexo como el género han demostrado tener una relevancia en cuanto al desarrollo y el pronóstico e incluso el acceso al trasplante»
La Dra. Marta Tejedor es Jefa de Sección de Hepatología del Hospital Infanta Elena, en Madrid. Tiene amplia experiencia en el campo de la Hepatología Clínica, con especial interés en la cirrosis avanzada y la hiponatremia en cirrosis. También investiga, junto a otras profesionales, sobre la brecha de género en las enfermedades y el trasplante hepático.
En nuestras jornadas de formación celebradas el pasado mes de octubre, impartió una interesante ponencia sobre este tema, y tuvimos la ocasión de entrevistarla.
¿Por qué cree necesario incluir el enfoque de género en el abordaje de las enfermedades hepáticas?
Hay múltiples estudios que demuestran que los hombres y las mujeres somos diferentes, tanto a nivel biológico, desde un punto de vista genético y hormonal, como a un nivel social. Hay una serie de constructos sociales, que son los que vienen a determinar el género con el que nos sentimos identificados cada uno, y ese género también influye sobre la expresión del sexo biológico, sobre los comportamientos que adoptamos, que a su vez provocan modificaciones epigenéticas y también afectan a nuestra relación con la enfermedad y con el sistema sanitario.
Tanto el sexo como el género han demostrado tener una relevancia en cuanto al desarrollo y el pronóstico e incluso el acceso al trasplante de los diferentes sexos. Por tanto, si queremos ir hacia una sociedad más justa, tenemos que seguir investigando el origen de estas desigualdades y buscando soluciones que nos permitan atajar esas desigualdades.
¿Cómo cambiar ese sesgo de género entre los profesionales, a nivel educativo, formativo…?
Tenemos que dar voz a todas a las personas, independientemente de su sexo biológico o de su género sentido. Todos tenemos que poder hablar y escucharnos los unos a los otros, y por supuesto, tenemos que hacer ciencia, una ciencia de calidad que sea representativa de todos los grupos de la población, y con los datos en la mano buscar las mejores soluciones.
¿Cómo influyen los factores culturales de construcción del género en el desarrollo de una enfermedad hepática?
Podemos ejemplificarlo con el consumo de alcohol. A lo mejor es un cliché, pero ayuda a entenderlo. Tradicionalmente (hablo de la época de mis abuelos), los hombres fumaban y bebían más, y era lo socialmente aceptado. Estaba un poco peor visto que las mujeres de aquella generación fumaran o bebieran. Obviamente eso (aparte de otros condicionantes biológicos) tiene una relevancia, porque sabemos de los efectos carcinogénicos de ambas sustancias, tanto el tabaco como el alcohol, y obviamente eso influye en el desarrollo de una serie de enfermedades o cánceres que son más frecuentes en esa generación de hombres. Las cosas están cambiando, y ahora, en nuestra sociedad por lo menos, está más aceptado que las mujeres fumen o beban, y eso provoca que estén empezando a desarrollar enfermedades relacionadas con dichos patrones de consumo.
Y, además, ese consumo de alcohol en las mujeres tiene más riesgo que en los hombres, por una serie de condicionantes físicos: las mujeres son más pequeñas, tienen menos cantidad de agua corporal y menos alcohol-deshidrogenasa en la pared gástrica, con lo cual sus niveles de alcohol en sangre van a ser más altos, y además los estrógenos van a favorecer la toxicidad por alcohol en el hígado.
¿Qué podemos hacer desde las asociaciones de pacientes para contribuir a eliminar o al menos a reducir ese sesgo de género?
Volvemos a la idea de dar voz a todo el mundo. Es muy importante; creo que los pacientes nos tienen que ayudar a los médicos a identificar las necesidades, porque si no tienes una pregunta, no puedes buscar una respuesta, y esas preguntas las tenemos que buscar juntos, profesionales y pacientes. Y ya a un nivel más práctico, no tanto de ciencia sino del día a día, ayudarnos a conocer sus necesidades, qué barreras se encuentran los pacientes de cada género cuando van al médico, cuando se enfrentan a un proceso de trasplante, si se les da la misma información, qué limitaciones se encuentran en su día a día en su papel de cuidadores o cuidadoras, en su vida profesional… Todas esas cosas probablemente tengan matices distintos en los diferentes géneros, pero ahí los protagonistas, que son los pacientes, son los que nos tienen que guiar.
¿Qué cree que deben hacer las administraciones para seguir investigando en ese sentido y reduciendo esa brecha?
Necesitamos dinero para investigar; eso siempre viene bien (risas). Y, por otro lado, deben escuchar tanto a las sociedades científicas como a las asociaciones de pacientes en ese planteamiento de necesidades que decíamos antes, y proporcionar la infraestructura necesaria para llevar a cabo los ensayos. Tienen que ser facilitadores de la ciencia, del conocimiento y de la difusión de resultados.
¿Cómo cree que se podría aumentar el nivel de concienciación entre la población general en lo relativo a las enfermedades hepáticas y al cáncer de hígado?
Ahí precisamente las administraciones tienen un papel absolutamente fundamental. Hay que cambiar el paradigma. Se nos viene la epidemia de la obesidad, el hígado graso y el síndrome metabólico, y eso es algo que hay que atajar desde la infancia, en los colegios, con educación. Como sociedad, debemos entender que los niños tienen que crecer con hábitos sanos, tanto de alimentación como de ejercicio, y hay que entender también que la obesidad es una enfermedad. No hay que tener cuerpos perfectos, pero hay que tener cuerpos sanos.
Huyendo siempre de la estigmatización, tenemos que poder decir: «Tiene usted una enfermedad, le sobra peso y tenemos que buscar juntos una solución».