La Dra. Rocío Aller de la Fuente es especialista de aparato digestivo en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, profesora titular de medicina en la Universidad de Valladolid, secretaria científica de la Asociación Española para el Estudio del Hígado, miembro de CIFERINFEC y del Gic BioCritic. Su investigación se centra en la enfermedad metabólica hepática grasa y colabora con la Universidad de Oxford en el proyecto Litmus.
De todas las terminologías que existen, ¿es el hígado graso la más entendible para la población, en general?
La terminología ‘hígado graso’ es, efectivamente la que más fácilmente comprende la población general. Sin embargo, la nomenclatura médica precisa es Esteatosis Hepática Metabólica (EHMet), término que refleja la relación intrínseca entre el acúmulo de grasa en el hígado y las alteraciones metabólicas subyacentes. Esta denominación es más descriptiva respecto a la etiología y la patogenia de la enfermedad, subrayando la importancia de los factores metabólicos en su desarrollo.
¿Qué es lo básico sobre el hígado graso que debería saber la población?
El hígado graso es una enfermedad que se produce cuando hay una acumulación de grasa en las células hepáticas. Aunque puede ser más común en personas con obesidad o diabetes, también puede afectar a individuos de peso normal, especialmente si la grasa se acumula en la zona abdominal o si hay factores genéticos en juego. Es importante saber que el hígado graso puede progresar y llevar a inflamaciones más graves del hígado y a la cicatrización del mismo, conocida como fibrosis. En casos avanzados, puede derivar en cirrosis o incluso cáncer de hígado si no se maneja adecuadamente. La dieta juega un papel crucial en la prevención y manejo del hígado graso. Una alimentación equilibrada y saludable es fundamental.
Se ha visto que la dieta mediterránea, rica en aceite de oliva virgen extra, cereales integrales, pescado, frutos secos, legumbres, frutas y verduras, ayuda a proteger contra la aparición de hígado graso. Por el contrario, dietas altas en fructosa, grasas saturadas y alimentos procesados o ultraprocesados aumentan el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Por tanto, es esencial cuidar lo que comemos y mantener un estilo de vida activo para prevenir o manejar el hígado graso. La buena noticia es que cambios en la dieta y el estilo de vida pueden tener un impacto significativo y positivo en la salud hepática.
¿En qué se centra su labor dentro del campo del hígado graso?
Mi labor en el campo del hígado graso se centra en el desarrollo de directrices para su manejo, trabajando estrechamente con expertos de diversas sociedades científicas. Además, mi investigación se enfoca en la búsqueda de marcadores no invasivos que faciliten la detección temprana de esta enfermedad y en la exploración de nuevas terapias a nivel nacional e internacional así como en la realización de ensayos clínicos que permitan aprobar en breve fármacos eficaces para tratar esta enfermedad. Estoy particularmente interesada en estudiar cómo la dieta y el ejercicio físico pueden influir en el hígado graso. Desde mi incorporación a esta área en 2004, he observado un continuo aumento en la prevalencia de esta patología, lo que subraya la necesidad de intensificar las estrategias de prevención y tratamiento. Este crecimiento constante en la prevalencia me motiva a profundizar en cómo los cambios en el estilo de vida pueden no solo prevenir sino también revertir los efectos del hígado graso.
¿Cómo ha cambiado la situación en torno al hígado graso desde que usted empezó hasta ahora?
El hígado graso es una condición que se ha incrementado significativamente en prevalencia en las últimas décadas, correlacionándose con el aumento de factores de riesgo metabólicos como la obesidad y la diabetes mellitus tipo 2. Este incremento en la prevalencia es un reflejo directo de cambios en el estilo de vida, caracterizados por una dieta con alto contenido en grasas saturadas y azúcares refinados, y una disminución de la actividad física.
Desde el punto de vista epidemiológico, diversos estudios han mostrado una tendencia ascendente en la incidencia. Por ejemplo, un estudio en ‘Hepatology’ indica que entre 1980 y 2015, la prevalencia en poblaciones occidentales ha aumentado del 15% al 25-30%. Es importante considerar que este aumento también se ve reflejado en una mayor detección y diagnóstico de la enfermedad gracias a la mayor concienciación y los avances tecnológicos en métodos diagnósticos.
Además, la gravedad de la enfermedad también ha mostrado una evolución preocupante. No solo estamos viendo un incremento en la prevalencia, sino también una progresión hacia estadios más avanzados como la esteatohepatitis no alcohólica , fibrosis, cirrosis y carcinoma hepatocelular . Este panorama se refleja en un estudio en ‘Gastroenterology’ que reporta un aumento en la incidencia de cáncer relacionado con el hígado graso, que ha superado a la hepatitis C como la principal etiología en candidatos a trasplante hepático en Estados Unidos.
La relación entre el hígado graso y el desarrollo de cirrosis y hepatocarcinoma es cada vez más clara, con estudios que muestran que hasta un 12.8% de los pacientes pueden progresar a cirrosis. El hígado graso se ha convertido en una de las principales causas de hepatopatía crónica y la mayor causa de trasplante de hígado en Estados Unidos, según datos de ‘Clinical Gastroenterology and Hepatology’.
En cuanto a la investigación y tratamiento, en los últimos 10 años hemos asistido a un aumento significativo en el número de ensayos clínicos dirigidos a encontrar terapias efectivas para la NASH. Aunque todavía no disponemos de un tratamiento aprobado por las agencias reguladoras que revierta completamente la enfermedad, hay múltiples compuestos en fases avanzadas de investigación que muestran resultados prometedores. En resumen, la situación del hígado graso ha cambiado drásticamente, pasando de ser una condición relativamente desconocida a convertirse en una prioridad de salud pública debido a su asociación con enfermedades crónicas y su impacto en la morbimortalidad poblacional. Este cambio de paradigma nos obliga como comunidad médica a redoblar esfuerzos en la prevención, detección temprana y desarrollo de nuevas terapias para combatir la EHNA y sus complicaciones.
¿Cómo podemos educar desde la infancia para evitar el hígado graso?
La prevención del hígado graso debe comenzar desde la infancia, y se centra en promover la adopción de hábitos de vida saludables que perduren a lo largo de la vida. Es esencial inculcar en los niños una alimentación equilibrada y la importancia del ejercicio físico, para evitar el desarrollo de obesidad y enfermedades metabólicas que pueden conducir a la esteatosis hepática.
La alimentación debe estar basada en la dieta mediterránea, reconocida por sus propiedades saludables. Esta incluye un alto consumo de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales, una ingesta moderada de pescado, aves de corral, huevos y lácteos, y un uso limitado de carnes rojas y dulces. Además, se recomienda el aceite de oliva como la principal fuente de grasa. La dieta mediterránea ha demostrado tener efectos beneficiosos en la prevención de enfermedades cardiovasculares y en la mejora del perfil lipídico, lo cual es relevante para la prevención de la esteatosis hepática.
El ejercicio físico regular es otro pilar fundamental en la prevención del hígado graso. Se recomienda que los niños realicen al menos 60 minutos de actividad física de intensidad moderada a vigorosa cada día, incluyendo actividades que fortalezcan los músculos y los huesos al menos 3 días a la semana. El ejercicio contribuye a mejorar la sensibilidad a la insulina y a mantener un peso corporal saludable.
Además, es importante limitar el tiempo frente a pantallas y fomentar un sueño adecuado, ya que un estilo de vida sedentario y la falta de sueño se han asociado con un mayor riesgo de obesidad y alteraciones metabólicas en niños. La educación para la salud en la infancia debe ser una tarea compartida entre padres, educadores y profesionales de la salud. Las intervenciones deben ser culturalmente apropiadas y sensibles a las diferencias socioeconómicas, para asegurar que todos los niños, independientemente de su origen, tengan la oportunidad de crecer con un hígado saludable.
Es importante también que desde la Atención Primaria se realice un seguimiento del crecimiento y una evaluación periódica de los hábitos alimentarios y de actividad física en la población pediátrica. En resumen, la prevención del hígado graso no alcohólico desde la infancia incluye una dieta saludable como la mediterránea, ejercicio físico regular y la promoción de un estilo de vida activo. Estas medidas tienen un efecto positivo no solo en la prevención del hígado graso, sino también en el desarrollo integral y saludable del niño.
¿Qué objetivos se marcan para combatir el hígado graso?
La lucha contra la esteatosis hepática metabólica, que incluye la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) y la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD), se centra en objetivos terapéuticos fundamentados en la evidencia científica que demuestra la reversibilidad de la enfermedad mediante modificaciones en el estilo de vida y el control metabólico.
Los objetivos primordiales incluyen:
- Reducción sustancial del peso corporal: La pérdida de peso es una meta central en el manejo del hígado graso. En una publicación en ‘The Lancet Gastroenterology & Hepatology’; demuestra que una pérdida de peso del 7-10% puede mejorar significativamente la esteatosis y la inflamación, y una pérdida superior al 10% puede llevar a la resolución de la NASH y la regresión de la fibrosis.
- Mejora en la calidad de la dieta: Adherirse a una dieta mediterránea, rica en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, antioxidantes y fibra, ha mostrado eficacia en la reducción de la grasa hepática, como se indica en la revisión sistemática publicada en ‘Gastroenterology’. Se recomienda limitar la ingesta de azúcares simples y grasas saturadas y fomentar el consumo de frutas, verduras, legumbres, pescado azul y aceite de oliva virgen extra.
- Incremento de la actividad física: La actividad física regular, que combina ejercicios aeróbicos y de resistencia, no solo contribuye a la pérdida de peso sino también a la mejora del metabolismo lipídico y la sensibilidad a la insulina. Un metaanálisis en ‘Hepatology’; demuestra una mejora en la resistencia a la insulina y la esteatosis hepática independiente de la pérdida de peso.
- Abstinencia de alcohol: la ingesta de alcohol puede exacerbar la patología hepática y por tanto debe evitarse para optimizar el tratamiento.
¿Qué cree que necesita escuchar un/a paciente con hígado graso para que sea consciente de la importancia del mismo?
Los puntos clave que el/la paciente necesita escuchar son:
- Explicación de la enfermedad: Información clara sobre qué es el hígado graso, cómo se desarrolla y por qué es importante tratarlo. Se debe enfatizar que, aunque la enfermedad del hígado graso es a menudo asintomática en sus etapas iniciales, puede progresar a esteatohepatitis no alcohólica cirrosis o incluso carcinoma hepatocelular si no se maneja adecuadamente.
- Reversibilidad de la enfermedad: Debe informarse al paciente que es potencialmente reversible, especialmente en sus fases tempranas, y que cambios en el estilo de vida pueden tener un efecto significativo en la mejora de la función hepática y en la prevención de la progresión de la enfermedad.
- Importancia de los cambios en el estilo de vida: Es crucial que el paciente entienda la importancia de adoptar un estilo de vida saludable, incluyendo una alimentación equilibrada y la práctica regular de ejercicio físico. Estos cambios no solo benefician la salud hepática sino también la salud cardiovascular y general.
- Riesgos asociados: Se debe informar al paciente sobre los riesgos asociados a no actuar, incluyendo la posibilidad de progresión a enfermedades hepáticas más graves y las complicaciones sistémicas relacionadas con el síndrome metabólico.
- Apoyo multidisciplinar: El paciente debe ser consciente de que cuenta con el apoyo de un equipo de salud multidisciplinar que incluye hepatólogos, endocrinólogos, nutricionistas y otros profesionales de la salud para guiarle en el manejo de su condición.
- Seguimiento y evaluación: Debe comprender la importancia del seguimiento regular y las evaluaciones periódicas para monitorizar la evolución de la enfermedad y ajustar el tratamiento según sea necesario.
- Involucración activa en el tratamiento: Finalmente, es esencial empoderar al paciente para que tome un papel activo en su tratamiento, destacando que su participación es fundamental para lograr un resultado positivo.
Al proporcionar esta información, el/la paciente podrá comprender la seriedad de la enfermedad del hígado graso y la importancia de intervenir de manera temprana y efectiva para preservar su salud hepática y general.
¿Qué importancia tienen las asociaciones de pacientes? ¿Qué papel pueden desarrollar ante el hígado graso?
Las asociaciones de pacientes desempeñan un rol fundamental en el manejo del hígado graso desde múltiples perspectivas, actuando como un puente entre los pacientes, los profesionales de la salud y la sociedad en general. Su contribución es crítica en varios aspectos clave:
- Concienciación y Educación: Las asociaciones de pacientes tienen la capacidad de elevar la conciencia pública sobre la enfermedad del hígado graso, difundiendo información precisa acerca de sus causas, consecuencias y la importancia de su prevención y manejo. Proporcionan material educativo y organizan eventos informativos para pacientes, cuidadores y la comunidad, aumentando el conocimiento general sobre esta condición.
- Apoyo y Empoderamiento del Paciente: Ofrecen un espacio para el apoyo emocional y práctico, donde los afectados pueden compartir experiencias y estrategias de afrontamiento. Al empoderar a los pacientes para que participen activamente en su cuidado, aumentan su adherencia a los tratamientos y cambios en el estilo de vida prescritos.
- Defensa de los Derechos del Paciente: Las asociaciones de pacientes abogan por los derechos de los afectados por hígado graso, incluyendo un mejor acceso a tratamientos, a cuidado de la salud de alta calidad y a nuevas investigaciones. Pueden influir en la formulación de políticas de salud, asegurando que las necesidades de los pacientes estén representadas en las decisiones que afectan su atención.
- Fomento de la Investigación: Contribuyen a la promoción y financiación de la investigación científica sobre el hígado graso. Colaboran con academia e industria para impulsar el desarrollo de terapias innovadoras y participan en estudios que contribuyen al avance del conocimiento.
- Creación de Comunidades: Generan redes de pacientes y profesionales, facilitando la colaboración y el intercambio de información. Estas comunidades pueden impulsar la mejora en la calidad y eficacia de la atención sanitaria.
- Mejora de la Calidad de Vida: Trabajan para ofrecer recursos que mejoren la calidad de vida de los pacientes, desde información nutricional y programas de ejercicios hasta asesoramiento sobre el manejo de la enfermedad en la vida diaria.
- Feedback Clínico: Las asociaciones pueden ofrecer retroalimentación valiosa a los profesionales de la salud a partir de las experiencias y necesidades de los pacientes, lo que puede traducirse en una mejor atención centrada en el paciente.
En resumen, las asociaciones de pacientes juegan un papel crucial no solo en el apoyo directo a los pacientes con hígado graso, sino también en la promoción de una mejor comprensión, manejo y tratamiento de la enfermedad a nivel colectivo. Su trabajo ayuda a garantizar que la voz del paciente sea escuchada y a mejorar los resultados en salud para esta población.
¿Cómo ha cambiado la vida de los pacientes con afecciones hepatológicas, en general, en los últimos años?
El escenario de la hepatología ha cambiado drásticamente en los últimos años por los siguiente aspectos.
- Hepatitis C: Sin duda, uno de los avances más notables ha sido la revolución en el tratamiento de la hepatitis C. La introducción de los agentes antivirales de acción directa (AAD) ha transformado esta enfermedad de ser crónica y progresiva a una entidad que, en la mayoría de los casos, es curable. Los AAD han demostrado tasas de curación superiores al 90%, asociadas con una disminución significativa de las complicaciones a largo plazo, como la cirrosis y el carcinoma hepatocelular. Este logro ha cambiado radicalmente el pronóstico de los pacientes, mejorando su calidad de vida y disminuyendo la necesidad de trasplante hepático debido a esta etiología.
- Hepatitis B: El manejo de la hepatitis B también ha avanzado con la optimización de los regímenes antivirales, que han demostrado una excelente eficacia en la supresión viral y la prevención de la progresión a cirrosis y carcinoma hepatocelular. El uso de análogos de nucleós(t)idos como la entecavir y el tenofovir ha mejorado significativamente el pronóstico a largo plazo de los pacientes. Además, el aumento en la cobertura de la vacunación contra la hepatitis B ha contribuido a una disminución en la incidencia de nuevos casos.
- Hepatitis D: Aunque la hepatitis D sigue siendo un desafío, han surgido nuevos tratamientos y prometen mejorar el manejo de esta infección.
- Enfermedad por Hígado Graso: La creciente epidemia de hígado graso relacionado con la obesidad y el síndrome metabólico está llevando a un nuevo escenario donde la esteatosis está convirtiéndose en una causa líder de enfermedad hepática crónica. Aunque todavía no existen tratamientos farmacológicos específicos aprobados, la comprensión de su patogénesis ha mejorado y hay varios fármacos en desarrollo. El manejo actual sigue centrado en la modificación del estilo de vida, control del peso y tratamiento de las comorbilidades metabólicas.
- Enfermedad Hepática Alcohólica: La incidencia de la enfermedad hepática alcohólica ha mostrado un aumento preocupante entre los jóvenes. A pesar de los esfuerzos por mejorar la concienciación sobre los riesgos del consumo excesivo de alcohol, sigue siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad. Sin embargo, el reconocimiento de la importancia de la abstinencia y el desarrollo de estrategias de intervención temprana, así como nuevas terapias en investigación, ofrecen esperanza para un mejor manejo de estos pacientes.
En general, los pacientes con afecciones hepatológicas se han beneficiado de una era de innovación terapéutica y de una mejor comprensión de las bases de la enfermedad hepática. Los avances en el diagnóstico precoz y la estratificación de riesgos han permitido intervenciones más tempranas y personalizadas, mejorando el pronóstico y la calidad de vida de estos pacientes. Sin embargo, el desafío continúa, especialmente en el manejo del hígado graso y en la lucha contra la enfermedad hepática alcohólica, donde se necesita una acción conjunta en el ámbito de la salud pública y la investigación clínica.