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El ejercicio físico en la prevención y recuperación de trasplante hepático, algo esencial

 

  • Los daños hepáticos pueden afectar la calidad de vida y limitar la actividad física de las personas que los padecen. Sin embargo, realizar ejercicio de manera adecuada puede ser beneficioso para contribuir a la recuperación del hígado tras un trasplante o ayudar a prevenirlo.

 

  • El ejercicio regular puede mejorar la circulación sanguínea, además de aumentar la resistencia, promover la pérdida de peso y mejorar la salud mental.

 

Consideraciones previas

Antes de comenzar cualquier programa de ejercicio, es crucial consultar a un/a médico/a o especialista en salud que conozca nuestra patología. Algunos aspectos a tener en cuenta son:

  • Escuchar al cuerpo: Es importante prestar atención a cualquier señal de malestar o fatiga. Si se experimentan síntomas como dolor abdominal o fatiga extrema, es mejor detenerse y consultar a un profesional.
  • Hidratación: Mantenerse bien hidratado/a es fundamental, especialmente durante y después del ejercicio.
  • Evitar ejercicios de alto impacto: Es preferible optar por actividades de bajo impacto para minimizar el riesgo de lesiones.
  • Realizar estiramientos: Los estiramientos son fundamentales para mantener la flexibilidad y prevenir lesiones. Pueden ser incorporados a cualquier rutina de ejercicios y son especialmente útiles para personas que están comenzando a hacer ejercicio.

 

Deporte como método de prevención

Algunas personas suelen empezar a hacer deporte a raíz de la patología, cuando siempre deberíamos tener en mente el hecho de realizar ejercicio para prevenir.

El ejercicio aeróbico es una gran opción. Se trata de una actividad física moderada que, a lo largo del tiempo, ayuda a metabolizar las grasas porque reduce la medida de las gotas de lípidos y, por lo tanto, la gravedad de la enfermedad.

 

La importancia del ejercicio post-trasplante

Según el médico Miguel Añó, especializado en deporte y entrenamientos de fuerza, el ejercicio nos ayuda a recuperar la forma física que hayamos podido perder en las etapas previas e inmediatamente posterior al trasplante, ya que es habitual que buena parte de los/as pacientes no hayan practicado ejercicio en meses o años.

Cuando estamos mucho tiempo evitando ciertos movimientos hay zonas que se ven debilitadas y, tras una operación que deja una cicatriz tan extensa como es el trasplante de hígado, es común que la zona abdominal sea una de esas zonas. Aquí entra en juego la memoria muscular: este fenómeno explica que es mucho más fácil volver a un determinado nivel de fuerza o de desarrollo muscular una vez esos tejidos ya lo han alcanzado previamente.

 

El entrenamiento de fuerza siempre será positivo también de cara a facilitar la recuperación del tejido pericicatricial post-trasplante si nos centramos en la utilización de peso libre y el fortalecimiento de los músculos estabilizadores.

La rutina es una parte muy importante de este proceso y su recuperación va a ser súper determinante en que seamos capaces de generar adherencia al ejercicio constante combinado con una nutrición adecuada.

 

¿Qué deportes practicar tras un trasplante de hígado?

Como comenta Añó, si su recuperación va bien, después de 8 semanas, generalmente se le recomendará al paciente que comience a hacer ejercicio moderado. Puede ser caminar, trotar, nadar o andar en bicicleta. La mayoría de los deportes y actividades son posibles, pero se deben evitar los de contacto intenso (rugby, artes marciales, boxeo), ya que corren el riesgo de dañar el trasplante.

Tampoco se aconsejaría trabajo de fuerza estas primeras semanas, por respetar la zona de la cicatriz, aunque todo esto debe seguir siempre el ritmo pautado por el doctor. Se estima que en la mayoría de casos a los 6 meses aproximadamente sí que se puede y debería entrenar la fuerza (brazos, hombros, abdomen y piernas). Es importante combinar tanto ejercicio aeróbico para la mejora de lo que no se ve, como trabajo de fuerza para mejorar lo tangible, las sensaciones y el día a día de la persona.

Sin embargo, en el entrenamiento también hay ciertas limitaciones, como el dolor en los tejidos próximos a la cicatriz o los dolores posturales; o incluso el miedo a realizar ciertos movimientos. Es por ello que conviene también emplear la ayuda de un/a profesional que pueda guiar en el proceso al menos un par de meses para prevenir posibles daños.

Publicado en Blog