¿Qué es?
La enfermedad hepática causada por el virus de la Hepatitis D (VHD) es una de las patologías más graves para el hígado. Es la causa menos frecuente de hepatitis crónica aunque en el mundo existen 15 millones de personas afectadas.
El VHD necesita de la presencia del Virus de la Hepatitis B para replicarse. La infección por VHD puede darse a la vez que la persona se infecta del VHB o posteriormente. En el primer caso, los pacientes pueden tener una evolución favorable llegando a su curación. En el segundo caso, los pacientes pueden llegar a sufrir fallos hepáticos y cronicidad de su situación.
¿Cómo se transmite?
La hepatitis D se transmite a través de la sangre por el contacto con objetos de higiene de personas infectadas (cepillos de dientes, maquinillas de afeitar, etc.…) o por el contacto con agujas utilizadas por personas con VHD (Tatuajes, acupuntura, consumo de drogas, etc.…) También se puede dar la transmisión por vía sexual y perinatal pero en ambos casos es mucho menos frecuente.
Sintomatología:
Cuando se da la coinfección entre la hepatitis B y D, el paciente puede presentar alguno de los siguientes síntomas:
-Cansancio
-Dolor de cabeza
-Fiebre
-Nauseas, vomitos
-Ictericia
En otras ocasiones, la coinfección cursa sin efectos secundarios, únicamente presentando los pacientes una elevación en la cifra de transaminasas.
En general, los pacientes evolucionan a la curación de esta infección.
Cuando se da la sobreinfección, es posible que se presente con los síntomas anteriormente comentados y/o un empeoramiento de la patología previa. El pronóstico en estos casos suele evolucionar hacia la cronicidad de la enfermedad hepática, desarrollando un fallo hepático que puede causar la muerte. El trasplante hepático puede ser necesario en función de la lesión que presente el hígado ya que al ser prácticamente asintomática la infección crónica suele ser detectada en estadios muy avanzados.
Diagnóstico y tratamiento:
Para diagnosticar la hepatitis D, se debe realizar un análisis de sangre en donde se detecta la presencia del virus hepático B y posteriormente se detecta los anticuerpos D. En la actualidad, existe tratamiento para la hepatitis D, aunque es posible que una vez se finalice el tratamiento haya recaídas. Sin embargo, con este tratamiento el hígado puede recuperarse y, por tanto, mejorar la situación general del paciente.