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Mi nombre es Sara y con 34 años tengo la suerte de poder contar que estoy viva gracias a la generosidad de dos donantes.

De mi primer trasplante apenas tengo recuerdos fue en 1989 y me lo hicieron en Barcelona, me quedaban 4 días para cumplir 3 años, sin embargo, siempre ha formado parte de mi vida porque toda mi familia me contó desde pequeñita lo que me había pasado.

El segundo trasplante llego sin esperarlo en el momento en que estaba preparando un día muy especial con mi novio, nuestra boda.

Tuve la suerte de poder celebrar ese día tan bonito y después todo se fue complicando hasta que, en febrero de 2014 en Zaragoza, un nuevo donante me salvó la vida.

Tener que llegar a un trasplante significa muchas cosas, perder tus rutinas, perder tu salud, pasar por momentos muy malos, la rabia y tristeza de saber que para que tu puedas vivir la vida de otra persona se tiene que acabar….

Pero por supuesto también tiene muchas cosas buenas; saber que gracias a la generosidad de las personas, tú y tu familia vais a volver a sonreír, saber que velando por tu salud tendrás un gran equipo de profesionales (cirujanos, médicos, enfermeras y todo el personal que interviene en una operación de este tipo) aprender a afrontar un tema tan complicado, el cariño de tus seres queridos, tantas sonrisas y abrazos que te dan energía, tener a tu lado a personas que sin ellas hubiera sido imposible salir adelante, la ilusión de empezar casi de cero y sobre todo saber valorar y vivir la vida.

Por todo esto cada día, agradezco a los donantes y a todos los que estuvieron a mi lado en esos momentos su ayuda para salir adelante.

LA VIDA VÍVELA Y DESPUES DÓNALA, de corazón muchas gracias.

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